54. Jahrgang Nr. 3 / März 2024
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HABEMUS PAPAM?


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La libertad religiosa, error del Vaticano II


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Alla ricerca dell’unità perduta


Ausgabe Nr. 2 Monat Mars 2002
In Search of lost unity (engl/spa)


Ausgabe Nr. 8 Monat December 2002
La sede apostolica


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Jesus Lord at thy birth/Nacimiento (Eng/Esp)


Ausgabe Nr. 7 Monat Diciembre 2001
LA IGLESIA CATOLICO-ROMANA EN LA DIASPORA


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Ausgabe Nr. 13 Monat September 2007
Declaratio


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Dichiarazione


Ausgabe Nr. 12 Monat Decembre 1982
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES


Ausgabe Nr. 12 Monat März 2008
Apostasía y Confusión


Ausgabe Nr. 13 Monat April 2008
LA VALIDEZ CE LOS RITOS POSTCONCILIARES CUESTIONADA


Ausgabe Nr. 13 Monat April 2008
BIBLIOGRAFIA: VALIDEZ CUESTIONADA DE LOS NUEVOS RITOS POSTCONCILIARES


Ausgabe Nr. 14 Monat Mai 2008
EL PROBLEMA DE LA RESTITUCION DE LA JERARQUIA CATOLICA


Ausgabe Nr. 14 Monat Mai 2008
EL PROBLEMA DE LA RESTITUCION DE LA JERARQUIA CAT. 1.Cont


Ausgabe Nr. 12 Monat März 2008
REPLICA AL ARTICULO 'APOSTASIA Y CONFUSION'


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DICTAMEN SOBRE UNA ELECION PAPAL EN LAS PRESENTES CIRCUNSTANCIAS


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Estado de emergencia: afianzado en cemento


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Los errores del Vaticano II y su superación gracias al conocimiento de Cristo como Hijo de Dios


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Declaratión del año 2000


Ausgabe Nr. 3 Monat März 2024
Mi encuentro con Su Excelentísimo y Reverendísimo Arzobispo Pierre Martin Ngô-dinh-Thuc


Ausgabe Nr. 3 Monat März 2024
Il mio incontro con S.E. l´Arcivescovo Pierre Martin Ngô-dinh-Thuc


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES
 
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE
LAS CONSAGRACIONES EPISCOPALES
EFECTUADAS POR
SS.EE. MONS. NGO-DINH-THUC Y MONS. CARMONA


Eberhard Heller

Distintas preguntas y objeciones que me han sido planteadas en relación con las consagraciones episcopales efectuadas por S.E.Mons. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc durante ell pasado año, y tainbién hace poco por S.E. Mons. Moisés Carmona -véase a propósito igualmente las objeciones manifestadas en su "carta abierta" por el señor Rector Otto Braun en este mismo número- me llevan a exponer algunas observaciones fundamentales acerca de esta cuestión y de sus antecedentes. Para ello me remontaré tin poco hacia atrás.

Para entender y valorar rectaznente lo que sucedió ei año pasado en Toulón, y este año en Méjico y en los EE.UU., y que tanto alteró los ánimos, es necesario trazar el cuadro de la situación eclesiástica y religiosa tal como se mostraba ya en aquél entonces, es decir, à finales de los 60 y comienzos de los 70:

1. Un "Papa" herético (o apóstata) en la Cátedra de San Pedro;
2. Una predominante mayoría del clero que se encuentra también en apostasia o herejíía;
3. Un nuevo rito de "Misa" obligatorio y no válido;
4. Unos ritos sacramentales no válidos, o cuando menos dudosos;
5. Unos ritos de ordenaciones igualrnente no válidos o dudosos;
6. Una destrucción continua de la doctrina fijada en dogmas;
7. Una destrucción continua o socavación de los priricipios de la moral católica.

Si, con la ayuda de Dios, no ocurriera alge para la salvación de la Iglesia, una revolución desde arriba amenazaria extinguirla pronto, ya que:
a) sin fe verdadera no se daríía ninguna mediación salvadora,
b) sin sacramentos no habria ningun camino inmediato active y concreto hacia Dios,
c) sin el Santo Sacrificio de la Misa no existiría ninguna reparación y reconciliación, y ninguna inmediata y efectiva unión de amor con Dios,
d) sin jerarquía, la Iglesia dejaría de ser la institución de la mediación salvadora de los sacramentos,
e) sin sacramentos válidos de ordenación se romperia la sucesión apostólica.

En estas circunstancias, lo que quedase de la Iglesia fundada y encomendada por Cnisto sería una Iglesia ni una, ni santa, ni católica, ni apostóólica. Cuedaria posibiemente una secta de la peor especie.

Al mismo tiempo que resultaba notorio que esta revolución venía "desde arriba" -o sea desde l mismo Pablo VI- y que, per tanto, los cambios heréticos en dogmas y ritos habíann sido expresamente queridos y llevados a cabo per el, surgia la cuestión de su legitimidad come Papa. Des de los primeros que señialaron este problema y lo trataron con objetividad y precisión fueron el Rev. P. Dr. Joaqiuin Sáenz y Arriaga, de Méjico, y el Dr. Hugo Maria Kellner, de EE.UU.. También en "EINSICHT" desde la aparición de su primer cuaderno en Abril de 1971 (!) -aparte de en el extenso estudio del llamado "N.O.M." per el Sr. Franz Bader- fué tratado este tema per distintos autores una y otra vez.

Junto con este tema, sucesivas refleciones abordaron lo siguiente:

1. ¿Cómo puede salvarse la Iglesia en cuanto institución?
2. ¿Cómo puede ser preservado ei Santo Sacrificio de la Misa, asi come los demás Sacramentos?-
3. ¿Cómo puede garantizarse la predicación de la verdadera doctrina?
4. ¿Cómo se puede asegurar la sucesión apostólica?

Todas las cuestiones enumeradas no fueron tratadas sólo teóricamente, sine que -
también con nuestras limitadas fuerzas, intentamos trabajar en concreto per su -
solución, sin manifestarlo públicamente, come puecle entenderse.

¿De qué manera habria debido comportarse la Iglesia en tal situación, con una crisis semejante desencadenada per apostasía de su cabeza? Normalmente si un Papa caía en herejia era declarado "depuesto" par un Conventus, como de hecho ha ocurrido ya a menudo en la Igiesia, pues un 'Papa' herético es en cierto modo una contradicción en término, ipso facto pierde su función, él se depone con ello a sí mismo ("Papa haereticus est depositus" como dice San Roberto Belarmino e igualmente Suárez). Pero como la Iglesia no es solamente una comunidad de fe natural y espontánea, de la cual se pueda uno excluír cuando ya no profesa esta fe, sino una institución visible juridicamente organizada, un Papa herético tiene -
que ser declarado ante la Igiesia, públicamente, depuesto (Papa haereticus ... est deponendus", asi dicen San Cayetano y San Juan de Santo Tomás).

La constatación ante la Iglesia de qüe un Papa había caido en herejía la efectuaba normalmente un "Conventus" -en general un Colegie Cardenalicio que habia permanecido en la recta fe- convocado per el emperador como protector de la Iglesia, el cual le declaraba al mismo tiempo como (habiéndose) depuesto (a si mismo) y procedía después a elegir un nuevo Papa. La primera tarea de este Papa era entonces condenar las nuevas herejias aparecidas, asi como a los heréticos.

El verdadere misterio del mal de nuestro tiempo es el que esta situación caótica en la que vivimos eclesiásticamente no haya llegado aún a su fin, el que casi todos los mandatarios de la Iglesia hayan caído en la apostasía, el que no se haya formado un Conventus semejante que hamplido con su misión. Vivimos desde el año 1963, en el que Montini (Pablo VI) ocupara la secle de San Pedro, una época privada de Papa -al igual que con los sucesores- es decir, de Sede Vacante (Todavía se podria discutir hoy si Montini fué herético desde ei comienzo de su papado, desde antes o desde después, pero la situación es la misma aunque varíe la fecha del comienzo de Sede Vacante).

A pesar de la publicación del "Liber accusationis" del Abbé de Nantes contra Pablo VI, y asimismo de la "Declaratio" de S.E. Mons. Ngo-dinh-Thuc, que prueban esta situación de hecho, no se observa ningun esfuerzo por parte del clero ortodoxo para terminar con dicha situación. La mayoría de los clérigos y fieles de posición tradicional se engañan a si mismos sobre la auténtica dimension de la catástrofe espirituai y religiosa en la que todos nosotros vivimos y dejan que las cosas sigan su curso. La mayor parte de culpa de este ofuscamiento la tiene el clero de onientación europea y tradicional, o sea ortodoxa, que, con muy pocas excepciones, ha fallado completamente! Y esto debe ser afirmado sin ninguna duda. Cada cual lleva ei agua a su molino y piensa sólo en su propio beneficio; per todas partes un optimismo soteriológico extremado. Se es demasiado cobarde, perezoso, hipócrita, presuntuoso, sin ninguna magnanimidad ni confianza en Dios, débil, frivolo: Nadie actúa arriesgándose en lo más mínimo. Si hay algo que efectivamente me produzca amargura es el pensar en el comportamiento infinitamente vergonzoso, infinitamente triste, infinitamente indigno y hasta deshonroso del clero europeo llamado ortodoxo. A veces pierdo los nervios cuando tengo que oír lo piadoso, lo valiente que es tal sacerdote o tal otro. Y per otra parte nos encontramos con la traición, en una forma más sublime y en un nivel superior, de la Iglesia. oficial: Es una traición por holgazanería, es la traición del rehuirse y entregarse a la inactividad. Y asi los fieles han perdido el último resto de confianza.

A la vista del fallo casi total del clero, sobre tode de los rnás jóvenes que, aunque veían con bastante claridad la situación, incluso obstaculizan en lo posible las pocas buenas iniciativas (porque se verían perjudicaos sus intereses privados), a la vista, por lo tanto, de este fallo no fué posible con las restantes fuerzas, bienintencionadas pero limitadas, agilizar esta importante tarea, es decir, la convocatoria del Conventus.

Paralelamente aa estos esfuerzos, a partir de los años 70 se desarrollaban otros para salvar la sucesión apostólica, sin la cual la Iglesia estaria perdida. En primer lugar, nos hemos dirigido en esta cuestión a Mons. Lefebvre, pidiendo que a la vista de su urgencia, consagrara un obispo (N.B. Entonces no conocíamos todavía la problemática de su propia consagración). El reaccionó cinicamente. Posteriormente fué abordado sobre ello por diversos lados. A pesar de su negación de consagrar un obispo, llegó al extremo de emplear una prevista consagración episcopal como media, de presión contra "Roma" para acelerar su "inclusión" en la comunidad apostática. (N.B. No puedo imaginarme que una persona medianamte formada teológicamente -elgran catecismo basta- y  orientada primordialmentea lo relgioso, no sería capaz de ver que la posición de Mons. Lefbvre, per ser absolutamente contradictoria, es insostenible. Los Lefebvristas son o tontos, o moralmente deficientes, o bien directamente malos. (¡Deshonra sobre todes aquelbos que han entrado conscientemente en su juego y siguen haciéndolo!) Habría sido facil asegurar la sucesión apostólica mediante Obispos de la Vieja Igiesia, una gran parte de los cuales había ofrecido su ayuda. Pero estos no tienen (en el supuesto de la validez de sus propias consagraciones, que desde luego no está garantizada!) ninguna auténtica competencia para ejercer su ministerio, debido à su situación cismática. Se pueden aceptar sus sacramentos sólo "in extremis", o sea en peligro de muerte.

Consultado sobre todo esto, S.E. Mons. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc, ya en una primera larga conversación se declaraba dispuesto a consagrar Obispos por ver, de manera semejante a nosotros, el inmimente pellllgro para la Iglesia. Dc este modo se llegaba finalmente a la consagración de S.E. Mons. Guerard des Lauriers, a las consagraciones de SS.EE. Mons. Carmona y Mons. Zamora. Por ello -para asegurar la sucesión- S.E. Mons. Carmona, bajo la asistencia de Mons. Zamora, consagró este año Obispos a los sacerdotes niejicanos y americanos que se habían acreditado en la resistencia.

Las primeras consagraciones hubieron ser de memento dispensadas y mantenidas en secreto, por el mismo motivo que Pio XII permitió celebrar en Rusia secretamente las consagraciones episcopales. Era preciso ser prudente puesto que Mons. Thuc estaba continuamente vigibado. Existía peligro (y existe todavia) para todes los participantes y cada uno era consciente de ello. Sin embargo, el secreto se mantuvo no per temor -¡nadie tenía miedo!- sino para que se pudieran continuar celebrándose las consagraciones. Si se hubiera hecho públicamente, la parte contraria habria hecho tode lo posible para evitar la mismas. A la consagraciones asistían testigos. Están largamente documentadas, incluso fotográficamente. No obstante, después de que ei P. Barbara -el cual deseaba a su vez ser consagrado obispo- hubiera traicionado de la peor manera (lo mismo que hizo Montini con los Obispos secretos en Rusia), las siguientes consagraciones se celebraron públicamente.

Contra las consagraciones y la persona de Mons Ngo-dinh-Thuc se dirige abierta o subliminalmente algunas objeciones:

1. Como Mons. Thuc ha consagraclo los obispos de El Palmar, se ha descalificado como consagrador -un reparo.
Respuesta: Cada obispo consagrante está obligado a examinar a los candidatos come humanamente le sea posibbe. Esto lo ha hecho Mons. Thuc. El ha consagrado a los palmarianos porque podía opinar que con elo hacía un servicio esencial a la Iglesia. Después siempre se suele ser más prudente. Todavía no he encontrado a nadie que haya reprochado posteriormente al Cardenal Faulhaber por haber consagrado obispo a Döpfner, uno de los grandes e influyentes moderaclores del Vaticano II. El saber humano no excluye error, como se ha demostrado en el caso de El Palmde Döpfner. ?Y quién es el que ha consagrado a todos los demás Obispos apóstatas? Vayan a repro char por ello à ío XII.

2. Mons. Thuc ha sido jefe de El Palmar.
Respuesta: Eso no lo fué nunca. !Ellos se separaron de el inmediatamente después de las consagraciones. Todavia le deben el importe de los viajes que el realizó para ellos!.

3. Las consagraciones han sido dispensadas ilicitamente sin autorización papal, contra C.I.C. can. 953 al 955.
Respuesta: Esto es cierto, si se toman de manera puramente formal las prescripcíones legales. Existía una agrupación francesa de tendencia tradicional queee, después de ser conocido el caso, atacó violentamente a Mons. Thuc por dicha ilicitud. (Entre tanto, después de algunas reflexiones, han cambiado estos reproches en vivos ruegos por un legítimo Papa).

A la vista de esta situación, se hace preciso aclarar algunos puntos escnciales:

a) No tenemos Papa que hubiera podido autorizar las consagraciones. De haberlo tenido, no habría sido seguramente postergado, es decir, de ninguna manera se le habría usurpado su misión.
b) En las consagraciones no hubo una intencionada lesión del Derecho Canónico,
sino una protección de la sucesión apostólica. Si uun médico debe ayudar a un paciente, está obligado muchas veces a dejar a un lado las normales normas de pudor.
c) La más alta ley es la salvación de las almas (Suprema lex salus anirarum). Sin obispos no hay (consagración de) sacerdotes; sin sacerdotes no hay sacramentos. El Derecho divino, según el concepto de Mons. Thuc, prevalece sobre la ley meramente eclesiástica si ésta se opone al primero o se abusa de ella en detrimento de aquél.

Aparte de esto, siempre según Mons. Thuc, también San Pablo consagró obispos para la Iglesia sin previo conocimiento de San Pedro. ¡Y, en base a todas estas consideraciones, ha actuado S. E. Mons. Pierre Martin Ngo-dinh-Thuc! Si ello está incluído en el plan de salvación divino, se ha asegurado así la verdadera sucesión apostólica para la Iglesia romana-católica. (Para prevenir el peligro de una nueva ruptura cismática, los obispos mejicanos exigen à los nuevos candidatos el reconocimiento a D.E. Mons. Thuc como Superior provisional).

¿Hay que señalar todavía un problema, que entre todo lo conseguido permanecía aún, y debia permanecer, sin resolver, y sobre el cual al parecer algunos fieles tenían sus reservas: qué posición y qué facultades tienen Mons. Thuc y los recíen consagrados obispos en la Iglesia? Sobre esta gravisima cuestión va a entrar próximamente S.E. Mons. Guerard des Lauriers, antiguo Profesor de Teologla y destacado miembro de la resistencia, del cual publicaremos gustosamente su ya anunciado artículo. En el caso de que per cualquier motivo no pudiera elaborar dicho trabajo el citado Monseñor, nosotros mismos abordaríamos en todo caso esta problemática.
 
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